jueves, 7 de agosto de 2014

La Música Adventista

Dios ha entretejido la música en la trama misma de su creación. Leemos que cuando hizo todas las cosas, alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios (Job 38:7). El libro del Apocalipsis describe el cielo como un lugar de alabanza incesante, que resuena con cánticos de adoración a Dios y al Cordero por parte de todos (Apoc. 4:9-11; 5:9-13; 7:10-12; 12:10-12; 14:1-3; 15:2-4; 19:1-8).

Debido a que Dios hizo al ser humano a su imagen, compartimos el amor y el aprecio por la música con todos los seres creados. De hecho, la música puede tocarnos y conmovernos con un poder que va más allá de las palabras o cualquier otro tipo de comunicación. La mejor música, la más pura, eleva nuestro ser hasta la misma presencia de Dios, donde los ángeles y los seres no caídos lo adoran con cánticos.
Pero el pecado ha lanzado una plaga sobre la creación. La imagen divina ha sido desfigurada y casi borrada; en todos los aspectos, este mundo y los dones de Dios nos llegan con una mezcla de bien y mal. La música no es moral ni espiritualmente neutra. Puede elevarnos hasta la experiencia humana más sublime o puede ser usada por el príncipe del mal para rebajarnos y degradarnos, para despertar sensualidad, pasiones, desesperación, ira y odio.

La mensajera del Señor, Elena G. de White, continuamente nos anima a elevar nuestra perspectiva en cuanto a la música. Ella nos dice: “Cuando no se abusa de la música, ésta es una gran bendición; pero mal empleada, es una terrible maldición (El hogar cristiano, p. 371). “Debidamente empleada es un precioso don de Dios, destinado a elevar los pensamientos hacia temas más nobles, y a inspirar y levantar el alma (La educación, p. 167)”.

En cuanto al poder del canto, ella escribe: “Es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual. Cuán a menudo la memoria recuerda alguna palabra de Dios al alma oprimida y a punto de desesperar mediante el tema olvidado de algún canto de la infancia, y entonces las tentaciones pierden su poder, la vida adquiere nuevo significado y nuevo propósito, y se imparte valor y alegría a otras almas!

Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración. Al conducirnos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de Dios, podremos comprender los temas de alabanza y acción de gracias del coro celestial que rodea el trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles en nuestros hogares terrenales, los corazones serán acercados más a los cantores celestiales. La comunión con el cielo empieza en la tierra. Aquí aprendemos la clave de su alabanza” (La educación, p. 169).

Como adventistas del séptimo día, creemos y predicamos que Jesús pronto vendrá otra vez. En nuestra proclamación mundial de los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6-12 llamamos a todos los pueblos a aceptar el evangelio eterno, alabar a Dios el Creador, y prepararse para encontrarse con nuestro Señor en su pronto regreso. Desafiamos a todos a elegir lo bueno y no lo malo, para que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:12, 13).

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